El reloj del
tiempo mata sin indulgencia
acometiendo con
furia impertinente.
donde la vida me
arrastra en escaramuzas conmigo misma.
No me di cuenta de
la necesidad de sentir el aire,
hasta que perdí la
sombra en el camino.
Quisiera gritar
que estoy viva,
y se ahogan los
sonidos en mi boca.
Quisiera sentir
con mirada ajena,
y mis ojos no se
prestan a mirar.
Quisiera ofrecer a
manos llenas, y
mis brazos no se alzan al desaliento,
Quisiera sentir
que soy precisa, y
soy presa de mi soledad
en desacato.
La falta de fe en
la palabra ajena,
somete a la más
insidiosa tortura,
me desliga y me arrastra por pedregales
agónicos
donde ya no
alcanza mi propia voz.
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